El conflicto existe entre las personas desde que el mundo es mundo. El ser humano rechaza el conflicto y tiende a encontrarle una solución, tanto en el plano individual como en las sociedades políticamente organizadas.
Existe una dificultad para que los conflictos se expresen de forma clara, porque se interponen mecanismos de defensa que parten del miedo, de hábitos adquiridos, de reacciones de violencia, de culpabilidad…
En la sociedad en la que vivimos se hace patente cada vez más la necesidad de abordar los conflictos que nos surgen con alternativas diferentes al contencioso judicial o ceder siempre una de las partes. Todos queremos satisfacer nuestros intereses y obtener soluciones que beneficien a los implicados en la contienda generada. El hombre como ser social establece relaciones en muchos ámbitos: la familia, los vecinos, los amigos, los compañeros de trabajo o estudios. En todos estos ámbitos pueden aparecer situaciones que dificulten las relaciones futuras en caso de no ser abordadas convenientemente.
Desde nuestra formación como mediadoras hemos detectado en los últimos años un interés creciente por establecer pautas y herramientas en distintos sectores para mejorar la convivencia y solucionar conflictos de manera adecuada. Este interés tiene como consecuencia un mayor seguimiento de los acuerdos adoptados y una reducción notable de conflictos futuros entre los protagonistas. Por ello creemos en la mediación y la consideramos una buena vía de resolución desde la base de los conflictos.